• Con el Auditorio Guelaguetza completamente lleno, la delegación de Santa Cruz Xoxocotlán emocionó a miles con su Fandango xoxeño y su ritual del guajolote
Por comunicado.
Santa Cruz Xoxocotlán, Oax., 28 de julio de 2025.- El Auditorio Guelaguetza, repleto con más de 12 mil almas expectantes, recibió con júbilo por primera vez a la delegación de Santa Cruz Xoxocotlán en la edición vespertina de la Octava del Lunes del Cerro.
Las personas asistentes, agitadas por la emoción, aplaudieron con fuerza cuando los primeros acordes irrumpieron en el aire, marcando el inicio de uno de los actos más esperados: el Fandango xoxeño y su ritual del guajolote.
Nancy Benítez Zárate, presidenta municipal de Santa Cruz Xoxocotlán, se encontraba entre el público. Su mirada, atenta y orgullosa, se llenó de brillo al ver a su delegación pisar el escenario. Como cualquier otra espectadora, alzó las palmas y sus aplausos se unieron al estruendo colectivo, envueltos en el fervor que solo una tradición viva puede provocar.
Subieron uno a uno los danzantes, hombres y mujeres, vestidos con la memoria de sus abuelos: enaguas floreadas, calzones de manta, rodetes de trenzas y aretes de filigrana que titilaban con cada giro. Acompañados por la música en vivo, comenzaron a contar, con cada paso, la historia de su comunidad.
Entonces apareció él: el guajolote. Cargado con solemnidad por los hombres de la familia del novio, con las patas arrastrando sobre el escenario como dicta la costumbre, avanzó en círculo.
Fue un momento de pausa, de contención. En esa coreografía ancestral, mezcla de danza y rito, se representó la protección del hogar y la unión de los linajes. En cada paso resonaban siglos: la leyenda del príncipe mixteco, las promesas entre familias, la resistencia de un pueblo.
El ritual no fue solo una ofrenda a los presentes, sino un acto de comunión. Porque el Fandango xoxeño no es espectáculo: es estructura social, es cocina, es palabra, es altar.
Quienes estaban ahí no solo vieron un número artístico. Presenciaron una historia que se ha tejido durante generaciones en patios, casas y canchas de Xoxocotlán. Una historia que no se cuenta en libros, sino en las voces que cantan, en las manos que cocinan, en los cuerpos que bailan.
Cuando el último acorde se desvaneció, el auditorio estalló. No era para menos: Xoxocotlán no vino a “presentarse” en la Guelaguetza. Vino a recordarle a Oaxaca, y al mundo, que el Fandango xoxeño sigue vivo. Que no es folclor ni postal. Es identidad. Es raíz. Y, sobre todo, es futuro.
Así, entre el humo de copal, los ecos del guajolote y los abrazos de la música, Santa Cruz Xoxocotlán subió al Cerro como anfitrión de su propia historia.