Principal Nacional Un académico socialdemócrata, nuevo líder del PRD

Un académico socialdemócrata, nuevo líder del PRD

Por Redaccion

Agustín Basave

El PRD, la fuerza hegemónica de la izquierda mexicana, ha elegido por aplastante mayoría al académico Agustín Basave (Monterrey, 1958) como nuevo presidente. Apoyado por las principales corrientes, este socialdemócrata de modos tranquilos y sin experiencia en el cuerpo a cuerpo político tendrá ahora que demostrar su capacidad para la acción y reordenar las filas de un partido que atraviesa sus horas más bajas. Para ello, no dispone de mucho tiempo.

En 2016 hay elecciones a 12 gobernaturas, y en 2018 se celebran los comicios presidenciales.”Hay que hacerse amigo de la renovación radical. Comprendo a los que desconfían, muchos ciudadanos no han visto más que tinieblas. No les pido que me sigan sino que me empujen. Sólo trabajando hombro con hombro podremos llegar lejos”, clamó este sábado.

Basave es un rostro nuevo para la gran política. Hasta hace tres meses no militaba en la formación. Y su experiencia anterior en un partido terminó en 2002 cuando abandonó desencantado el PRI. Trece años después, este doctor en Ciencias Políticas por la Universidad de Oxford, goza del aprecio de la élite intelectual, defiende la legalización de la marihuana e ideológicamente se sitúa entre el líder laborista, Jeremy Corbyn, y el expresidente socialista español Felipe González.“México es un país con una desigualdad espantosa, una pobreza rampante y una corrupción que nos ahoga. Y si esa no es nuestra bandera máxima, seremos cualquier cosa, pero no seremos izquierda”, explicó recientemente en una entrevista a EL PAÍS

En su ascenso, el principal valedor de Basave ha sido la propia crisis del PRD. En menos de un año, los golpes no han dejado de sucederse y han fulminado al anterior presidente, Carlos Navarrete (Guanajuato, 1958), un negociador insomne y de bajo perfil ideológico, durante cuyo mandato el PRD ha sufrido un grave deterioro en su identidad política.
El primero aviso llegó con Ayotzinapa. La tragedia sacó a la luz el lado oscuro de la formación. México se horrorizó al descubrir que el alcalde de Iguala y su esposa, supuestos autores intelectuales de la matanza de los normalistas, habían sido acogidos y amamantados en las filas del PRD pese a los indicios que les señalaban como operadores del narco. Este escándalo se completó con la incapacidad demostrada por Navarrete para deshacerse con celeridad del gobernador de Guerrero, Ángel Aguirre, un antiguo dinosaurio priísta que en 2011 se había pasado con toda su red clientelar al PRD y durante cuya gestión el Estado claudicó frente al crimen organizado. Con estos antecedentes, el PRD quedó fuera de la inmensa ola de indignación que desencadenó la tragedia de Iguala. Esta alarmante desconexión y la evidencia de que el partido, lejos de buscar el voto en la calle, se prestaba a un ejercicio continuo de antropofagia entre facciones, llevaron a su fundador, Cuauhtémoc Cárdenas, a abandonar sus filas. El portazo del último gran patriarca de la izquierda ahondó el desprestigio del PRD. Las elecciones de junio pasado le dieron la puntilla. Obtuvo su peor resultado desde 1991. Apenas el 11% del voto. Pasó de 99 escaños a 56 en la Cámara de Diputados.

Su hundimiento coincidió con la que será la principal preocupación de Basave: la emergencia electoral de Andrés Manuel López Obrador. El que fuera dos veces candidato presidencial con el PRD, partido que abandonó en 2012, se ha embarcado en una lucha fratricida para controlar la izquierda. Su nueva formación, Morena, logró en las pasadas elecciones el 8% del voto nacional, y arrebató al PRD el control de la Asamblea en el Distrito Federal, la joya de la corona de la izquierda mexicana.

Pero las ambiciones de López Obrador van mucho más allá. Su objetivo es la presidencia. Esa será la principal ecuación que deberá resolver Basave. La izquierda nunca ha entrado en la residencia de Los Pinos. El PRD era hasta hace pocos meses la única fuerza con capacidad para hacerlo. Pero sus luchas intestinas, la competencia de López Obrador y el desprestigio acumulado en este vertiginoso año la han apartado de la primera línea de combate. Ahora mismo, ni siquiera dispone de un candidato. Su gran esperanza, el jefe de Gobierno del Distrito Federal, Miguel Ángel Mancera, ha entrado en barrena. Las encuestas le sitúan bajo mínimos y, aunque ya ha manifestado su deseo de disputar la presidencia, no ha aclarado si lo hará con el PRD, partido en el que no milita, o como independiente, una modalidad que ha irrumpido en el ecosistema mexicano, debilitando aún más a las fuerzas tradicionales.

A este universo fragmentado tendrá que enfrentarse Basave. El primer reto serán los 12 comicios a gobernador que se celebran en 2016. Después, vendrá la elección de la fórmula presidencial. En ambos casos el nuevo líder del PRD tendrá que definir su estrategia pensando en un electorado que hace tiempo que pasó de la fatiga a la huida.

Basave es consciente de ello. Y su partido también. El PRD, una volátil suma de facciones, ha sentido en las pasadas elecciones el aliento del desastre. Y su reacción ha sido la búsqueda de un hombre de consenso, una cara amable y respetada, un académico capaz de enarbolar un discurso regeneracionista y con el que se pretende hacer olvidar el fango de Iguala. Esa es desde hoy la misión de Agustín Basave.

EL PAÍS

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